Hay lugares donde el tiempo no se mide en minutos, sino en pausas. En caladas. En gestos que se repiten cada día con la naturalidad de un rito.
Esta colección es un viaje al corazón lento de Java Central, una región que raramente aparece en las portadas, pero que late con una cadencia propia, envuelta en humo, tierra y humanidad. Aquí la vida no corre: se posa. Se enrolla como el tabaco en manos pacientes. Se cultiva a ras de suelo, entre barro, hojas y oficio.
Durante un mes me dejé llevar por esta tierra, sin saber muy bien qué buscaba ni qué iba a encontrar. Imaginaba volcanes, cascadas, paisajes de postal. Y sí, estaban allí, imponentes. Pero lo que me detuvo no fue la altura de las montañas, sino la hondura de las vidas que se cruzaron en mi camino. Me atraparon las manos: las que trenzan, las que moldean, las que cargan sin descanso. Me quedé por las personas. Por su forma de vivir sin urgencias, con una serenidad antigua, silenciosa, que solo se aprende con el tiempo. Historias que no se anuncian, pero que se repiten cada día. Que se cuecen en los mercados, que se tallan en madera, que se venden al borde del asfalto. Un ritmo propio. Una manera de estar en el mundo que no aspira a huir, sino a echar raíces.
Java huele a humo y a tierra mojada. Suena a risas que se escapan en la calle, a pitidos de motos que zigzaguean entre puestos y carritos. Se dibuja con cera caliente sobre telas batik y se guarda en cajitas de tabaco natural que acompañan a cada paso.
Estas fotos son un intento de detener ese tiempo. De atrapar una belleza invisible que habita en lo sencillo: un gesto, una luz, una jornada de trabajo que parece igual a la anterior, pero nunca lo es. Porque hay lugares donde la vida no se exhibe: se respira. Y este es uno de ellos.
Acompáñame en este viaje a través de imágenes únicas que capturan la auténtica esencia de nuestro mundo, y sumérgete en historias, rostros y culturas que cruzan fronteras.